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La educación vive la paradoja de contar con menos recursos cuando baja el abandono escolar

EL PAÍS 5 FEB 2013 – 00:00 CET

Muchos de los jóvenes que en los años de bonanza económica y burbuja inmobiliaria abandonaron los estudios después de la etapa obligatoria, atraídos por la posibilidad de ganar dinero fácil en los servicios o en la construcción, están volviendo a las aulas. Y muchos de los que en otras circunstancias tal vez desertarían, continúan estudiando porque las perspectivas de encontrar un trabajo sin haber alcanzado una cualificación profesional son ahora remotas. Ello ha contribuido a que por cuarto año consecutivo descienda en España la tasa de abandono escolar, que en 2008, inmediatamente antes de que estallara la crisis económica, era del 31,9% y ahora ha bajado al 24,9%.

Pese al descenso, España todavía se encuentra lejos de la media europea, que es del 13,5%, y, por tanto, le será mucho más difícil alcanzar el objetivo que se ha fijado la UE de reducir el abandono escolar al 10% en 2020. Hay que saludar el descenso en el porcentaje de abandono escolar como un dato esperanzador, sin que nadie deba lanzar las campanas al vuelo, porque se debe sobre todo a factores coyunturales.

Hacer de la necesidad virtud es una buena manera de encarar situaciones adversas, pero lograr un cambio duradero e irreversible exige medidas estructurales profundas. En el ámbito escolar, los recortes presupuestarios decididos por el Gobierno no ayudan a gestionar correctamente el aumento de estudiantes. Las previsiones de las comunidades autónomas —principales suministradoras del servicio público de la educación— apuntan un retroceso del 8,6% en el gasto educativo de 2013, en relación con el del año anterior; sobre todo en Madrid, cuyo presupuesto educativo baja un 12,5%.

Pero también hay que tomar medidas en el frente laboral y en el cultural. La prolongada crisis que vivimos ha destrozado el espejismo que durante años hizo creer a muchos jóvenes en la facilidad de ganar dinero y triunfar en la vida sin el esfuerzo que supone una buena formación. Ahora han podido comprobar que no hay progreso sin educación. Y conviene saber que ese 55% de paro juvenil al que hemos llegado no se reparte de forma homogénea. Cuanto mayor es el nivel de formación, menor es el índice de desempleo. De hecho, la mayor tasa de paro juvenil se concentra en los jóvenes que han abandonado los estudios y carecen de formación profesional.

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